En Ciudad Real un fuerte dispositivo de seguridad advierte desde días antes el acontecimiento que sucederá paralelamente a la inauguración de FENAVIN (la Feria Nacional del Vino). Llegado el día, a pesar del tráfico lento y las largas colas para acceder al recinto, un sentimiento de ilusión recorre a todos los que vamos a asistir a la convocatoria.
FENAVIN, de por sí, es una de las ferias agroalimentarias más importantes de España, aunque la edición de 2022 tiene “un plus”; no sólo es deseada por el parón provocado durante dos años por la pandemia de COVID, sino que la inauguración correrá a cargo de Su Majestad el Rey de España Felipe VI, y somos el centro informativo de toda la actualidad nacional del día.
Todos se preparan para la foto, los vigilantes del séquito de seguridad ya han trazado un itinerario y sólo se permite aproximarse a técnicos y periodistas que previamente hayan sido acreditados por la Delegación del Gobierno. Desde lo alto de la sala de conferencias de uno de los pabellones principales, un compañero y yo observamos cómo una marabunta de cientos de personas se concentra a la entrada, a lo que él reacciona afirmando: “se nota que están esperando a un rey”.
“Es el más alto de la feria”, comenta un periodista cuando lo ve pasar ante el revuelo de disparadores de cámaras y vítores a su figura, acompañado por una amplísima representación de políticos e importantes representantes de la sociedad civil manchega.
Podemos compartir las imágenes, pero lo que vivimos en aquellos momentos no se puede describir ni con palabras ni de forma gráfica. Miradas de sorpresa, sonrisas, reverencias; las sensaciones que en ese momento se manifiestan exponencialmente “solo hablan de respeto y cariño a una figura”, la de Felipe, antes Príncipe, ahora Rey de España, con la que hemos visto crecer un país. Especialmente para aquellos que cursamos la EGB, y éramos mayoría en la horquilla de edades congregadas al evento.
Felipe fue el niño bueno al que nuestros padres querían que nos pareciéramos, con maneras educadas y capacidad de comunicación discreta pero segura. El adolescente que presagiaba un adulto con porte y carisma. El universitario al que ya en el extranjero, desde mi localidad se le enviaban tortas para que desayunara “algo tierno con el sabor de ese pueblo al que añoraba en la distancia”. Y cuando lo vimos vestido de militar, el oficial que sacó de nosotros los más nobles valores del ardor guerrero y la defensa a la patria. Cuando hacíamos el servicio militar todos nos veíamos un poco reflejados en Su Alteza.
Han pasado los años, y recibiendo el testigo de su padre, ya ha demostrado en innumerables ocasiones su honestidad e integridad, además de un cariño y respeto al pueblo, que en el caso de Ciudad Real se le ha devuelto por méritos cada vez que ha visitado la provincia, y sólo esta semana lo ha hecho en dos ocasiones (días más tarde de su paso por la capital también inauguraría la nueva planta de hidrógeno de Puertollano).
Servidor nunca se ha manifestado como monárquico, si es que esa vitola representa un cariño y respeto incondicional. Yo soy de los que defienden la figura del Monarca porque en estos tiempos donde están denostadas la mayoría de las instituciones, mi rey siempre une y es uno de los mayores ejemplos de trasparencia e integridad, además del más brillante embajador de la marca España, valedor de las excelencias “sin complejos” que podemos proyectar hoy en día al mundo, como el vino.