Una política que entronca con la lucha —secular ya— de Puerto Rico por resistir a las presiones estadounidenses para lograr un cada vez mayor control sobre el estado libre asociado, buscando difuminar su identidad hispánica, mediante la imposición del inglés, conscientes del carácter central que tiene el español en la realidad cultural hispánica puertorriqueña.
“Desde 1898, afirma tajante el Gobernador, Puerto Rico ha estado expuesto a una guerra sin cuartel en contra de su hispanidad. En 1904 los norteamericanos prohibieron el uso del español en las escuelas y Puerto Rico lo resistió gracias a la acción de algunos de sus maestros, que estuvieron dispuestos a ir presos por desobedecer la ley federal del inglés en Puerto Rico. Barco bandera es quizá la gesta de Inés María Mendoza, en la década del 30, cuando publicó que ella iba a dar clases en español para que la arrestaran y, efectivamente, la arrestaron.”
Para García Padilla, “la hispanidad de la América Latina y su defensa no ha surgido de manera silvestre. Son los gobiernos los que la han fomentado en unos tiempos y descuidado en otros.” Insiste sobre este punto, quizá teniendo muy presente que su sucesor en el cargo, Ricardo Roselló (descendiente de un emigrante mallorquín) tiene un discurso proclive a la conversión de Puerto Rico en el 51º estado de los Estados Unidos, un discurso similar al que mantuvo su padre, Pedro Roselló, que gobernó Puerto Rico entre 1992 y 2000.
Sin embargo, García Padilla tiene muy claro que “los puertorriqueños se sienten puertorriqueños; no se sienten estadounidenses. Son ciudadanos de los EEUU y están orgullosos de serlo, pero eso no los invita a dejar de ser puertorriqueños. Y si los invitaran no aceptarían.” Parafrasea a José de Diego, prócer puertorriqueño, poeta, político, abogado, para subrayar que “ ‘tanto es nuestro valor por la ciudadanía puertorriqueña que si a cambio nos ofrecieran la ciudadanía celestial, con la promesa intrínseca de la vida eterna, no lo aceptaríamos sino hasta después de muertos.’ El apego que tenemos los puertorriqueños por la puertorriqueñidad y, en la puertorriqueñidad, por la hispanidad ha sostenido 118 años de bombardeo. Ningún otro pueblo latinoamericano ha estado expuesto a esto.” Y por ello, 118 años después, los puertorriqueños, porque hemos dado la pelea, seguimos hablando en español, seguimos soñando en español, seguimos rezando en español, y nos desenvolvemos cotidianamente en español.”
Antonio López Vega, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid coincide en subrayar que Puerto Rico afirmó su identidad a principios del siglo XX sobre la base del español. Y será la Generación del 30 la que haga del español el núcleo del nacionalismo puertorriqueño frente al inglés, en un momento en que los EEUU están teniendo un importante influjo sobre Puerto Rico.
El Gobernador de Puerto Rico, por su parte, lamenta un desigual apoyo en esta batalla por parte de quienes, desde el exterior, podían tener no sólo un interés propio, sino, mucho más importante, una obligación moral, surgida de la comunidad de sangre y cultura de la que forman parte. “Por tiempos hemos tenido ayuda; por tiempos hemos estado solos”, sentencia García Padilla, quien reconoce que “el Gobierno español no ha sido consistente, y debería serlo, en la defensa de esa hispanidad.”
Consecuencia directa de esa falta de atención hacia Iberoamérica —y hacia Puerto Rico en concreto— que ha caracterizado a los gobiernos españoles, sobre todo a partir de mediados de los noventa, pero también de los recelos hacia España de algunos gobiernos iberoamericanos, es el acusado desconocimiento que existe entre ambas orillas del Atlántico, quedando muy lejos la transferencia cultural que conoció su punto álgido en los años 30 y 40 del siglo pasado. En esos tiempos dramáticos para España no fueron pocos los intelectuales españoles que encontraron refugio en Puerto Rico. Algunos se quedaron de manera permanente, como Juan Ramón Jiménez, otros tuvieron estancias temporales. Antonio Rodríguez Huéscar, gran discípulo de Ortega, Federico de Onís que crea un departamento de estudios hispánicos, el músico catalán Pau Casals, entre tantos otros. Todos ellos hallaron una calurosa acogida por parte del pueblo puertorriqueño y de sus autoridades. Antonio López Vega sostiene que, en este sentido, Javier Benítez es a Puerto Rico lo que Cárdenas es a México: el puertorriqueño comprende pronto que los exiliados españoles suponen una gran oportunidad para la cultura e intelectualidad de la isla, su desarrollo y enriquecimiento.
Sin embargo, el Gobernador quiere introducir un matiz importante en esa falta de apoyo constante a la que hacía referencia: “tengo que hacer un paréntesis excepcional a la Corona, que ha sido consistente en la promoción de la hispanidad, al menos hablo por Puerto Rico.”
El apoyo de la Corona hacia la defensa de su identidad hispánica por parte de los puertorriqueños —especialmente en torno al español— se ha escenificado en acciones como la entrega, en 1991, del Premio Príncipe de Asturias de las Letras al pueblo de Puerto Rico, que recogería el entonces gobernador Rafael Hernández Colón, en reconocimiento a la declaración del español como único idioma oficial (a pesar de la brevedad de esta ley, que sería revocada en 1992).
Esta constancia de la Corona se traduce en un marcado respeto a la figura del Rey: “yo creo que quedó demostrado con la reacción de los puertorriqueños en la visita de los reyes Juan Carlos y Sofía en el 87 y luego este año, de Su Majestad el rey Felipe y la reina Letizia”, sostiene el Gobernador, quien ha intentado restar trascendencia a las críticas que algunos de sus compatriotas han realizado hacia las palabras de Don Felipe, en que mostraba su “gran alegría por viajar nuevamente a los EEUU de América”, afirmación hecha en la inauguración del Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en el mes de marzo en San Juan de Puerto Rico. “Sabemos que había algún celo particular de algunos sectores de la representación del Gobierno de España en los EEUU, que lo fomentaron así. Digamos que me parece inconsecuente la crítica, y el hecho de ver a Puerto Rico como EEUU, simplemente erróneo, pero no más que eso”, concluye García Padilla.
Este martes, a los pocos meses de su encuentro en Puerto Rico, el Gobernador y Don Felipe han vuelto a reunirse, esta vez en el Palacio de La Zarzuela. Sin ser indiscreto para no romper la necesaria reserva de las conversaciones con el Rey, Alejandro García Padilla nos desvela que le habló a Don Felipe “sobre mi interés de continuar atrayendo la atención de las empresas y de los empresarios españoles hacia las virtudes de hacer negocios en Puerto Rico; y también le he querido subrayar los esfuerzos que estuve haciendo como Gobernador y que continuaría haciendo después de serlo para defender la hispanidad puertorriqueña. Siento que los puertorriqueños, a través mío, podemos contar con el Rey como un amigo y estoy seguro de que el próximo Gobernador así lo entenderá también. La cercanía que el Rey proyecta es en realidad motivo de entusiasmo para la defensa de ese vínculo hispánico que hay en el Caribe con Puerto Rico y España. Siento que la intención y la acción de S. M. el Rey va en esa dirección y ciertamente me entusiasma mucho.”