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Hace 500 años… un joven rey aprobó la mayor gesta náutica de la historia

España ha construido una gran parte de su historia navegando sobre la mar. En su V centenario, un programa de actividades desplegado a lo largo de tres años ha desgranado los hitos de la primera vuelta al mundo y sus consecuencias para todo el mundo. María Saavedra, directora de la Cátedra internacional CEU Elcano, nos acerca a esta apasionante hazaña, genuinamente española.
Plano antiguo que detalla la ruta seguida en el viaje de Magallanes y Elcano entre 1519 y 1522 (obra del cartógrafo italiano Battista Agnese, 1514-1564).
Plano antiguo que detalla la ruta seguida en el viaje de Magallanes y Elcano entre 1519 y 1522 (obra del cartógrafo italiano Battista Agnese, 1514-1564).

Acabamos de culminar la conmemoración de los 500 años de la primera vuelta al mundo, liderada por el marino de Guetaria Juan Sebastián Elcano. Aquella gesta tuvo como protagonistas, además del marino vasco, otros nombres sin los cuales no habría podido llevarse a cabo: Fernando de Magallanes, impulsor de la expedición, Cristóbal de Haro, uno de los patrocinadores, Juan Rodriguez de Fonseca, y, por supuesto, el jovencísimo Carlos de Gante, recién llegado a España donde reinaría como Carlos I.

No es baladí señalar como uno de los actores principales a Carlos I. Magallanes tenía una propuesta que hacer al rey: nada menos que encontrar una ruta a las islas de las Especias alternativa a la africana, que utilizaban los portugueses. Y -esto es lo más importante- pretendía demostrar que las islas Molucas correspondían a España según el trazado de la línea de Tordesillas. Si era cierto lo que decía el portugués, nacionalizado español al recibir el hábito de Santiago, España podría hacerse con una de las mayores y codiciadas fuentes de riqueza de aquel tiempo.

En esta historia fue decisiva la actuación del cardenal Fonseca. Hombre de plena confianza para los asuntos indianos de los Reyes Católicos, animó al nuevo monarca a continuar con el proyecto expansivo, comercial y evangelizador, que habían iniciado sus abuelos cuando alentaron el viaje de Colón.

Primera circunnavegación, al servicio de la Corona de Castilla

La tradición atlántica de nuestra monarquía, de la que tanto escribió nuestro querido Mario Hernández Sánchez Barba, se aumenta hasta una dimensión casi infinita cuando un barco al servicio de la Corona de Castilla, logró circunnavegar la tierra, navegando por todos sus océanos. Es de la infinitud de la circunferencia terrestre de lo que estamos hablando. Era bien conocida la esfericidad de nuestro planeta, pero por primera vez, al culminar Juan Sebastián Elcano lo iniciado por Magallanes, se comprobó que lo que une a la humanidad es precisamente el medio marino. Aquellas aguas temidas, que llenaban de incertidumbre a los navegantes, y que parecían separar civilizaciones, se convierten en el medio de unión de toda la humanidad. Y esto lo logró España, con el liderazgo de un marino español y bajo el patrocinio de un monarca español

Y de algún modo, podemos pensar que la historia había hecho un guiño a Carlos de Gante, como si las musas de Clío le adelantaran el futuro que le esperaba en España, cuando era apenas un adolescente, todavía viviendo en tierras flamencas. Cuando Carlos I, apenas salido de la adolescencia, adoptó, por consejo del médico y humanista milanés Luigi Marliano, el lema Plus Ultra, más allá, tenía grandes intenciones, mucha ambición… pero en ningún momento podía hacerse idea de hasta qué punto ese lema, incluido en el escudo de España iba a responder a una gran realidad.

Se rompían fronteras, se trituraban obstáculos, se conquistaban tierras y se navegaban mares extraños, cuando aquel joven de diecisiete años llegaba a España para recoger el legado de sus abuelos, los Reyes Católicos: Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Si el joven Carlos de Gante arribaba a las costas del norte de la Península con muchos sueños, posiblemente más centrados en el futuro imperio de los Habsburgo que en los reinos peninsulares, pronto se haría una idea de hasta qué punto ese lema estaba destinado a hacerse real e histórico precisamente en el futuro de España.

Un viaje de tres años y casi 70.000 km

El 20 de septiembre de 1519 partía de Sanlúcar la Armada de la Especiería. Cinco naves y un capitán general al mando de todas ellas, Hernando de Magallanes. Por indicación del cardenal Fonseca, el rey había nombrado a don Juan de Cartagena “persona conjunta” de Magallanes, que debía compartir con él toda la información y consensuar la toma de decisiones.

Pero el portugués dejó de obedecer las órdenes reales en cuanto se alejó de la península. Pronto comenzaron las diferencias entre los dos altos mandos. Al salir de Canarias, Magallanes, acusando de insubordinación a Cartagena, ordenó ponerle grilletes y le quitó el mando de su nave, sustituyéndolo por Álvaro de Mesquita, pariente suyo. Esto fue solo el inicio de una serie de desencuentros que culminaron en el motín de San Julián, liderado por Cartagena, al que se unieron otros marinos castellanos, entre los que se encontraba el que hasta entonces se había desempeñado como maestre de la Concepción, Juan Sebastián Elcano.

El motín de la bahía de San Julián (abril de 1520) terminó con la ejecución de los capitanes Mendoza y Quesada, y como Magallanes no quería mancharse las manos con la sangre del hombre de confianza del rey, abandonó a Cartagena y al clérigo Sánchez de la Reina en un islote, condenándolos a morir de una muerte aún más atroz. Nunca más se supo de ellos.

Tres años después de la partida de España, y tras 37.753 millas náuticas navegadas (69.918 km) regresaba al puerto de Sanlúcar un barco casi fantasma, en el que sobrevivían apenas 18 hombres de los cerca de 240 que habían partido. Una sola nao, la Victoria, con su capitán Juan Sebastián Elcano y otros diecisiete supervivientes más muertos que vivos, podían relatar su gesta, la mayor de la historia de la navegación

Llegada de Juan Sebastián Elcano a Sevilla. Elías Salaverría (1922). Museo Naval de Madrid
Llegada de Juan Sebastián Elcano a Sevilla. Elías Salaverría (1922). Museo Naval de Madrid

La bodega de la embarcación venía cargada de especias, abundando el clavo, la más valorada de todas. Un total de 27 toneladas en especias, toda una fortuna para los expedicionarios, para Castilla, y para el rey, que había financiado una parte importante de la expedición.

Así se lo contaba Elcano en carta al rey, que ya era emperador:

Mas sabrá su Alta Majestad lo que en más avemos de estimar y temer es que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e veniendo por el oriente.

Recuperar a los expedicionarios: un empeño real

Sin embargo, Elcano apenas descansa en su llegada a la Península. No puede olvidar que trece de sus hombres han quedado presos de los portugueses en Cabo Verde. Y en la misma carta al rey, antes incluso de mencionarle el resultado de la expedición, le suplica que abogue por la liberación de aquellos trece:

… Por tanto, suplico a vuestra alta Majestad que provea con el rey de Portugal la libertad de aquellos trece hombres que tanto tiempo le han servido.

No cayó en saco roto la súplica de Elcano. El rey hizo que se iniciaran negociaciones con los portugueses, y logró que todos los presos de Cabo Verde regresaran a España. La mayoría lo hizo en poco más de un mes, pudiendo abrazar a sus familias y hacerse con la paga de su servicio a la Corona.

Pero no terminó con este gesto la implicación del rey en la suerte corrida por los marinos de la Armada de la Especiería. En 1525 partía una nueva armada, esta vez desde la Coruña. Iba al mando frey García Jofre de Loaysa, y como capitán de una de las naves el propio Juan Sebastián Elcano. Esta vez la expedición corrió peor suerte, muriendo tanto el capitán Loaysa como el propio Elcano en 1526.

Y este mismo año, el 20 de junio, Carlos V escribe a Hernán Cortés, que ha culminado la conquista de los mexicas, ordenándole que envíe barcos para tener noticias de lo sucedido con la nao Trinidad que, al mando de Gómez de Espinosa, había quedado reparándose en la isla de Tidore, y no habían vuelto a tener noticias de ellos. Cortés encomendó la expedición a Álvaro de Saavedra. No sabían, por aquel entonces, que Gonzalo de Espinosa, tras intentar regresar a España atravesando el Pacífico hasta las costas de la Nueva España, al no encontrar la ruta del tornaviaje, se vio obligado a regresar a las Molucas, y allí fue preso de los portugueses. Aún le quedaban muchas penalidades que padecer antes de que, por fin, pudiera regresar a España.

La expedición de Saavedra no dio los resultados esperados, pero significó un avance más en el conocimiento del Pacífico, así como una prueba más del interés del rey por seguir a todos los miembros de las expediciones realizadas al servicio de España.

Sobre la autora

María Saavedra Inaraja es doctora en Historia de América por la Universidad Complutense (1998), actualmente dirige los grados de Historia e Historia del Arte en la Universidad CEU San Pablo (Madrid). Desde hace años centra su actividad como investigadora y escritora en temas vinculados con las poblaciones indígenas de América, así como en la historia de las ideas americanas. Ha realizado estancias de investigación en universidades americanas como la Universidad Católica Sedes Sapientiae (Lima), La Universidad de Montevideo, la Universidad Católica de Argentina, o el Instituto Riva Agüero (Perú). En 2018 obtuvo el Premio de Investigación Rafael Altamira, de la Universidad Complutense, por su trabajo El alma española en el pensamiento y los escritos de José Enrique Rodó. Desde julio de 2019 dirige la Cátedra internacional CEU Elcano. Primera Vuelta al Mundo, por cuya implicación en su creación le fue otorgada en 2020 la Gran Cruz al Mérito Naval. Autora de numerosos trabajos científicos sobre historia de América, en 2021 ha publicado la biografía novelada El capitán de la Victoria: Relatos desde la mar de Juan Sebastián Elcano.