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La labor humanitaria de la reina Victoria Eugenia en las campañas de África

Victoria Eugenia con el uniforme de enfermera de la Cruz Roja, durante su visita al Hispital de San José y Santa Adela. La Esfera, 19.11.1921. BNE
Victoria Eugenia con el uniforme de enfermera de la Cruz Roja, durante su visita al Hispital de San José y Santa Adela. La Esfera, 19.11.1921. BNE

Esposa del rey Alfonso XIII, doña Victoria Eugenia ayudó a formar una imagen positiva de la Monarquía participando e impulsando instituciones de ayuda social durante el reinado de su marido. A ella se debió la creación o promoción de la Liga contra el Cáncer, el Instituto para la Reeducación de Inválidos, los roperos de Santa Victoria…, aunque destacó el impulso que otorgó a la Cruz Roja española, algo que difícilmente se hubiera podido conseguir sin su manifiesto tesón y presencia. A las clases más humildes -acostumbradas a la sanidad municipal y alejadas de cualquier práctica sanitaria de alto nivel- esa institución les permitió alcanzar numerosos beneficios.

Durante las campañas militares desarrolladas en el norte de Marruecos de 1909 y 1911, la reina patrocinó todo tipo de actuaciones destinadas a la recaudación de dinero para ayudar a heridos y a las familias de los fallecidos en acción de guerra, sobre todo de aquellos provenientes de los estratos sociales humildes y, por ello, más vulnerables. Tras estas experiencias, su papel en la Cruz Roja aumentó con la creación de las bases para su reorganización mediante un Real Decreto de 16 de enero de 1916, aunque los estatutos de la nueva sección no serían promulgados hasta el siguiente año. En dicho decreto se declaró expresamente que el rey ejercería la jefatura suprema, pudiendo delegarla en su esposa, quien la asumiría siempre en caso de guerra. Administrativamente, la sección dependió permanentemente de los Ministerios de la Guerra y Marina y, en lo tocante a cuestiones internacionales, a Estado. Quedó legislado que la ley de presupuestos del Estado destinaría 50.000 pesetas a la institución, cantidad que fue invertida en obligaciones del Tesoro para cotizar en bolsa. Paralelamente, se nombraron todos los altos cargos que debían asumir las misiones de inspector, contador, tesorero y secretario general. La reina logró el derecho a nombrar al representante de la Asamblea Central de Damas.

A partir de entonces, Victoria Eugenia fue la presidenta de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja hasta 1931, lo cual le permitió ayudar a los más desfavorecidos, impulsar una modernización de la asistencia sanitaria y del compromiso de la sociedad española con ella, consolidar una imagen positiva de la Corona -especialmente de su figura- y tejer una red de personalidades que actuaran en beneficio de la Cruz Roja. De esta manera, la reina estimuló los primeros trabajos de la Asamblea Central femenina nombrando a las vocales femeninas de las mismas, impulsando el cuerpo de Damas Enfermeras -todas voluntarias- pero también promoviendo la necesidad de organizar otro de enfermeras profesionales.

Un oficial herido besa la mano de la reina en el hospital de la Cruz Roja, Mundo Gráfico. BNE
Un oficial herido besa la mano de la reina en el hospital de la Cruz Roja, Mundo Gráfico. BNE

Tras el desastre de Annual, en el verano de 1921, y la reactivación de la iniciativa militar española para pacificar el Protectorado marroquí, la reina se involucró mucho más en las tareas de promoción de la labor de la Cruz Roja española. Impulsó la presencia de enfermeras -bajo las órdenes de la duquesa de la Victoria- en Melilla y en otros puntos del Protectorado, gestionó la compra de material sanitario para los hospitales con ayuda de algunas embajadas españolas en Europa, visitó a los heridos y convalecientes en diferentes hospitales desplegados por la geografía española, hizo lo posible para que -con su asistencia en fiestas y celebraciones- se recaudara la mayor cantidad posible de dinero para los heridos y enfermos de las campañas africanas, cuya duración se extendió hasta 1927. Y es que resultó necesario que los soldados que peleaban sintieran, de muchas maneras, que la sociedad española no les olvidaba y les apoyaba. De ahí la importancia de todas estas acciones de tipo humanitario.

No por la coyuntura marcada por esa guerra la reina olvidó otras labores sociales, pues continuó visitando y realzando la labor, por ejemplo, del asilo de San Rafael en la capital. Refundado en 1892 como refugio para niños raquíticos y escrofulosos pobres, su capacidad pasó de 25 a 120 camas en las que se atendieron a miles de enfermos con tumores blancos, mal de Pott, raquitismos y parálisis infantil. También aceptó -entre otras muchas- la presidencia del Patronato de Ciegos que le ofreció el gobernador de Madrid mientras el rey cedía 75.000 pesetas obtenidas como indemnización por una expropiación para que se construyera un edificio para albergar obreros sin trabajo y hogar en la capital.

Diversas asociaciones solicitaron que Victoria Eugenia las honrara con la presidencia honoraria, como la Asociación de Señoras de Santiago del Arma de Caballería, que la soberana aceptó al saber que su finalidad era mejorar la vida material y moral del soldado en campaña. Las infantas Isabel y Luisa, en Madrid y en Sevilla, continuaron apoyando la labor de los sanitarios, con su presencia y actividad en actos en su favor, mientras la imagen de la reina madre María Cristina en la prensa se asoció a la de las abuelas de los soldados, al trasladarse a ver a su nieto, el infante Alfonso, enfermo en Sevilla, y más adelante al abrazarle al ser repatriado tras la campaña africana, donde fue destinado en 1921 y 1922. Paralelamente, la presencia de las mujeres de la familia real en apoyo de otro tipo de instituciones -no directamente relacionadas con la guerra del Rif- continuó, por ejemplo, con la asistencia de Victoria Eugenia a la inauguración de escuelas infantiles y maternidades. La identificación de la familia real con gestos de consuelo, por una parte, y de preocupación y justicia por otro, ayudó a construir una imagen positiva de sus miembros femeninos durante esa época.

Sobre el autor

Antonio Manuel Moral Roncal (Madrid, 1965) es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares. Premio Extraordinario de Licenciatura y doctor en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Premio Campomanes de Investigación Histórica (1990 y 1992), Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi (1999), obtuvo la acreditación del Programa I3 del Ministerio de Educación y Cultura y de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid (2006) por la cual se le reconoce una trayectoria científica destacada. Es autor de más de sesenta publicaciones relacionadas con la historia de España de los siglos XIX y XX.