Si bien el largo proceso de modernización de Afganistán había comenzado hacia finales del siglo XIX, el primer gran modernizador de Afganistán de manera global fue Amanullah Khan (1892-1960), que accedió al Trono en 1919, tras el asesinato de su tío, Habibullah Khan, que había continuado las sendas de reforma iniciadas por su padre. El programa modernizador de Amanullah afectó de manera positiva a amplios sectores sociales, sobre todo a las clases altas y medias urbanas.
Su impulso modernizador era similar al de Mustafá Kemal “Ataturk” en Turquía y de Reza Shah Pahlavi en Irán, imponiendo la occidentalización de la vida social y política: hizo traer ingenieros, arquitectos y médicos de Europa, una comisión redactó una Constitución con derechos iguales para todos, incluidas las mujeres, y abrió un Parlamento. En 1925 fundó la Biblioteca de Kabul y la Universidad. También fundó la primera radio del país y el Museo Nacional y se integró en el sistema métrico decimal.
Su bella segunda esposa y prima, la Reina Soraya (1899-1968), era hija del político, poeta, periodista, intelectual y promotor de una sociedad laica, Mahmud Beg Tarzi, de la línea de los emires de Kandahar, y que fue ministro de Asuntos Exteriores durante el reinado de su yerno. Su madre era la intelectual siria Asma Rasmiya Khanum, hija del imán de la mezquita de Alepo. Soraya, vistiendo siempre al estilo occidental (siendo la primera Reina del Medio Oriente islámico en hacerlo, seguida por Nazli de Egipto y Tadj el Molouk de Irán) y llevando una activa vida pública, promovió la desaparición del burka y de toda clase de velo, el acceso libre de las mujeres a la educación en todos los niveles, la prohibición de la poligamia, fundó revistas y organizaciones femeninas por todo el reino, también varias escuelas para niñas y jóvenes (la primera del país, Matsurat School) y envió a algunas de ellas a realizar estudios superiores en Turquía y Europa. En 1926 pronunció su primer discurso público y dijo entre otras cosas: “¿Creéis que solamente los hombres han de servir a la independencia de nuestro país? Las mujeres deben tomar parte en el desarrollo de nuestra nación y no pueden hacerlo sin estar suficientemente preparadas. Así que deben adquirir los máximos conocimientos posibles para servir a la sociedad, tal como hicieron las primeras mujeres del Islam”. Numerosas mujeres de su entorno familiar y social comenzaron a ocupar cargos de responsabilidad en la administración afgana, como las Princesas Shahira y Gul Jahan, dos de las 28 hermanas del Rey.
Amanullah y su segunda esposa, la Reina Soraya (1899-1968), realizaron una larga visita oficial a Europa en 1927-28 y ambos fueron honrados con doctorados de honor en Oxford. Tras entrevistarse en El Cairo con el Rey Fuad I, visitaron a los Reyes Jorge V y María en Londres, Alberto I e Isabel en Bruselas, Víctor Manuel III y Elena en Roma, donde también fueron recibidos por el Papa Pío XI. También visitaron París, Berlín y Varsovia. Publicaba la revista Times: “Como la primera reina consorte de Afganistán y esposa del rey Amanullah Khan, se convirtió en una de las figuras más poderosas de Oriente Medio en la década de 1920 y era conocida en todo el mundo por sus ideas progresistas. Soraya y Ammanullah trabajaron en estrecha colaboración; en 1926 declaró el Rey: ‘Soy su Rey, pero el ministro de Educación es mi esposa, su Reina”.
En 1928 el Rey propuso nuevas reformas a la Loya Jirga, la asamblea de jefes de las tribus, que fue ampliamente rechazada. La velocidad de estas reformas y las actitudes modernizadoras de los Reyes les granjearon la oposición de los sectores tradicionales de la sociedad, comenzando por los mullahs que veían su influencia reducida al ámbito religioso. Como resultado de una guerra civil desatada entre los partidarios y los detractores de la política modernizadora del Rey, la Familia Real tuvo que abandonar su país.
Otro miembro de la dinastía Khan, el príncipe Mohammed Nadir Khan, que había sido ministro de la Guerra y embajador en París, volvió al país al frente de un importante ejército, derrotó a los sublevados y retomó los proyectos de modernización del país, pero con mayor moderación y sin repetir las premuras de su antecesor en el Trono, siempre bajo la amenaza de los Ulemas. Hizo construir la Great North Road, que atravesaba las montañas del Hindu Kush, estableció cableado eléctrico para comunicar la capital con otras ciudades, consolidó la fundación de la Universidad de Kabul con más facultades, como la de medicina, hizo obligatoria la educación infantil para niños y niñas, reforzó y modernizó el ejército, restableció relaciones comerciales con las grandes potencias, creó la banca nacional e inició una cierta planificación económica.
Tras el asesinato de Mohammed Nadir Khan en 1933 habrá que esperar hasta mediados de los años 60 para que Afganistán vuelva a experimentar importantes avances en su proceso de modernización. Fueron impulsados por su hijo Muhammad Zahir Shah, que le había sucedido en el Trono.
En 1964 el Rey promulgó una nueva Constitución, que convirtió a Afganistán en una democracia parlamentaria, con amplios poderes para el Monarca, se celebrarían elecciones libres y se reconocían todos los derechos civiles. La pena de muerte quedaba para delitos excepcionales y el Rey no firmó ninguna pena capital en su reinado. Además, se reconoció la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, reconociendo jurídicamente a las mujeres, por primera vez en la historia del país, el derecho al voto, al trabajo y a la educación. Entre las medidas para modernizar el país, destaca su labor para acabar con el purdah, que obliga a las mujeres a cubrirse totalmente en público mediante el uso de burkas o similares. Para dar ejemplo, la Reina y las princesas no usaban velo en público.
Una impactante imagen que el escritor afgano Tamim Ansary compara en uno de sus libros con la posibilidad de que “una primera dama occidental asistiera en topless a la toma de posesión de su marido, y que hoy podría considerarse el reverso histórico de esa foto de los talibanes borrando a las modelos de los escaparates de las tiendas de Kabul que ha dado la vuelta al mundo esta semana, pues a partir de entonces muchas mujeres siguieron el ejemplo de su Reina y empezaron a ir sin velo por las calles de la capital afgana (…) La emancipación femenina fue acelerándose a partir de entonces y, en los siguientes cinco años los derechos de las mujeres de Afganistán experimentaron cinco siglos de evolución. Las afganas empezaron a ir a la universidad, a trabajar como médicos o profesoras, y a vestir prendas ajustadas al cuerpo. En 1964, la nueva Constitución de Afganistán les reconoció los mismos derechos que a los hombres y el sufragio universal, pudiendo postularse a partir de entonces a un cargo con representación política”.
Sobre el autor
Datiu Salviá Ocaña (Lérida, 1964) es historiador y profesor de Historia. Ha publicado numerosos artículos sobre historia dinástica y genealogía en revistas especializadas nacionales e internacionales. Recientemente ha publicado un libro sobre las seis hijas del rey Miguel I de Portugal, antepasadas de numerosas casas reales y principescas europeas.