Victoria Eugenia, reina de España

Ediciones 19 ha publicado recientemente una nueva biografía de la reina Victoria Eugenia, cuyo autor es el catedrático de Historia Contemporánea Antonio Manuel Moral Roncal.

Esta biografía de la consorte de Alfonso XIII acerca a los lectores a una de las reinas más interesantes de la Edad Contemporánea, superando la conocida visión centrada en el drama de la hemofilia que trasmitió a dos de sus hijos varones. Con el objetivo de evitar repetir las anteriores biografías de la soberana, el profesor Moral Roncal ha investigado en el Archivo del Palacio Real de Madrid y en el Archivo General de la Administración, así como en prensa de la época. Conviene destacar desde las primeras líneas la meritoria labor de rastrear nuevas fuentes con las que analizar la personalidad y papel de la reina, habida cuenta de que, por ejemplo, apenas queda correspondencia particular: Victoria Eugenia tuvo la costumbre de romper las cartas que recibía, una vez leídas.

El primer capítulo se centra en la infancia y juventud de la princesa Ena, como le gustaba que le llamaran, un nombre escocés ligado a su lugar de nacimiento. Se describe su vida familiar, su amor por su padre y sus primeros viajes, así como su noviazgo con el rey de España. Su boda -como resulta conocido- se tiñó de sangre, triste circunstancia que fue compensada por el temprano primer embarazo de la reina. El segundo capítulo, “Años de esperanzas”, descubre el activo papel de la soberana ante la guerra de Melilla de 1909, poniéndose al frente de actividades benéficas y suscripciones a favor de los soldados españoles, lo cual se repetiría también en la campaña del Kert de 1911-1912. Entre embarazos, Victoria Eugenia impulsó la Liga contra la Tuberculosis todo lo que pudo, y así creó un comité para fomentar la celebración de la Fiesta de la Flor para conseguir fondos económicos. En Madrid se crearon los dispensarios públicos de María Cristina, en la calle de Goya por impulso de la marquesa de Alhucemas, dama de la reina; y Príncipe Alfonso, en el paseo Imperial. Al que llevaba su nombre, concurrió con frecuencia la reina, alentando a su personal y otorgando visibilidad a su labor, al ser notificadas sus visitas por la prensa.

La Primera Guerra Mundial afectó familiarmente a la reina de diversas maneras, pero no por ello dejó de impulsar la beneficencia, dando continuo apoyo a iniciativas como el Ropero de Santa Victoria. El libro analiza el impulso que otorgó a los servicios de la Cruz Roja en España, como hacían también las soberanas europeas durante la Gran Guerra. Victoria Eugenia fue la presidenta de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja, lo cual le permitió ayudar a los más desfavorecidos, impulsar una modernización de la asistencia sanitaria y del compromiso de la sociedad española con ella, consolidar una imagen positiva de la Corona -especialmente de su figura- y tejer una red de personalidades que actuaran en beneficio de la Cruz Roja.

Victoria Eugenia nunca quiso verse implicada en el laberinto de la política española, aunque no por ello dejó de dar su opinión privadamente a su marido, como se expone en el capítulo tercero, “Mujer y madre”. Concedió audiencias, potenció su imagen de consorte regia dedicada al cuidado de sus hijos y su hogar, así como su presencia en actos de Estado y ceremonias públicas donde se apreció claramente su cuidado minucioso de detalles, mostrándose a sí misma de una forma brillante, pues era, junto a su marido, la imagen oficial de España ante la nación y ante el mundo.

Victoria Eugenia vigiló personalmente el régimen de vida de sus hijos y trató de educarlos de acuerdo con los parámetros en los que ella había sido formada. Así se entiende la existencia de institutrices británicas, el fomento de la lectura entre sus hijos, su preocupación constante -junto a su marido- por la delicada salud de sus varones, como se detalla en el libro.

Teniendo en cuenta la imagen pública de la reina regente María Cristina -su suegra-, Ena continuó esa línea de honorabilidad incuestionada y eficacia en su imagen como reina de una Monarquía del Bienestar, concepto que se procuró desplegar en la Europa de su tiempo. En este sentido se analiza su papel doméstico, su vocación deportista, su capacidad para ser anfitriona, su relación con asociaciones femeninas y sus preocupaciones que se trasparentaron en la lectura de sus telegramas. Se comenta también sus lecturas a través de la biblioteca personal que formó durante su vida en España.

1921 supuso un año terrible: asesinato del presidente Dato por anarquistas y desastre de Annual. La reina -como toda la familia real- desplegó un abanico de actividades para conseguir mejorar la situación de las tropas destacadas en el Rif, que se detallan en el libro, destacando, entre otras acciones de la reina, su viaje a los principales hospitales andaluces a finales de ese año. Su apoyo a la lucha contra el Cáncer facilitó que Ena fuera nombrada presidenta perpetua, efectiva y suprema de la Liga, aceptando en sus estatutos de 1931 que resultaba de su personal incumbencia su dirección, con capacidad para proponer al gobierno el nombramiento de los cargos de delegado regio y presidente de la Junta de Damas, y miembros del comité ejecutivo, así como sancionar todos los demás cargos. 

La gratitud y el reconocimiento internacional a su labor social pronto llegaron, culminando con la concesión de la Rosa de Oro por el papa Pío XI en 1922. Sin embargo, las dificultades políticas finales del reinado de su marido eclosionaron en las elecciones del 12 de abril de 1931 que terminaron por provocar el exilio de familia real. A partir de ese momento, los servicios de información republicanos no dejaron de vigilar estrechamente a los Borbones en Francia e Italia en unos años de dificultades domésticas y familiares. Muerte de algunos hijos, separación de esposos, guerra civil en España y el fallecimiento de Alfonso XIII jalonaron la vida de Victoria Eugenia hasta que, finalmente, su situación la ubicó en la figura de reina madre, pues su hijo Juan se convirtió en el depositario de los derechos al Trono. 

Con el telón de fondo de la lucha por la restauración de la Monarquía en España, Victoria Eugenia apoyó siempre a su hijo pero, ante los planes de permanecer en el poder del general Franco hasta su muerte, pronto se dio cuenta de que se debía apoyar la educación del príncipe Juan Carlos en España. Y, como finaliza el libro, si en 1931 tuvo que dejar su reino entre lágrimas, entre aclamaciones volvió en 1969 para ser madrina del futuro Felipe VI, un último acto de apoyo a la restauración de una anciana con mucha experiencia y prudencia.

Sobre el autor

Antonio Manuel Moral Roncal es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia. Ha estudiado diversos aspectos del siglo XIX como la corte de Fernando VII, las guerras carlistas, la guerra civil española…, larga trayectoria investigadora que se ha plasmado en más de una veintena de libros, así como en diversos premios, de entre los que cabe destacar: el Campomanes de Investigación (1990 y 1992), Larramendi de Historia del carlismo (1999) o Luis Salazar y Castro (2002).