La acreditación de los embajadores extranjeros es una de las funciones que la Constitución atribuye al Rey en su artículo 63, y la ceremonia tradicional con la que se da cumplimiento a este mandato es la más brillante, solemne y antigua de cuantas se celebran en España y una de las más protocolarias del mundo. Aunque en todos los países se celebra la presentación de las cartas credenciales ante el Jefe del Estado, solo las más viejas monarquías pueden competir con España.
Esta ceremonia es la primera imagen del Estado que reciben los embajadores recién llegados a Madrid y, sin necesidad de palabras, perciben que han llegado a una de las naciones más antiguas del mundo. En el lenguaje del protocolo, es su máxima expresión.
Sin embargo, la última vez que este acto se desarrolló con el protocolo tradicional antes de que estallara la pandemia fue el 24 de enero de 2020, cuando los embajadores de Nepal, Argelia, Kenia, Panamá, Qatar y Libia entregaron sus credenciales a Don Felipe en el Palacio Real.
La irrupción de la pandemia y la declaración del estado de alarma no solo obligó a aplazar la entrega de credenciales de los nuevos embajadores extranjeros, que se retomó el 17 de junio de 2020, sino que también hubo que simplificar el protocolo para reducir riesgos de contagio y el acto se trasladó al Palacio de La Zarzuela, que siguió en funcionamiento con restricciones y estrictas medidas sanitarias a pesar del confinamiento.
Las entregas de credenciales que se celebraron en La Zarzuela fueron mucho menos vistosas y solemnes que la ceremonia tradicional, pero sirvieron para que Don Felipe diera cumplimiento al mandato constitucional.
Una vez superados los peores momentos de la pandemia, la ceremonia regresó al Palacio Real el 30 de septiembre de 2020, pero ha seguido sometida a restricciones hasta hace poco. De hecho, el traslado de los nuevos embajadores desde el Ministerio de Asuntos Exteriores (Palacio de Santa Cruz) hasta el Palacio Real se ha estado haciendo en automóviles. Con la incorporación de las históricas carrozas de Patrimonio Nacional, la entrega de cartas recupera plenamente el formato tradicional en el que los embajadores llegan de uno en uno al Palacio Real en berlinas de gala tiradas por seis caballos centroeuropeos (holandeses y alemanes fundamentalmente), con postillón, palafreneros, lacayos y cochero.
Con el fin de que la ceremonia pudiera retomarse en cualquier momento con todo su esplendor, durante estos más de dos años el personal de las caballerizas de Palacio ha mantenido sus ensayos habituales, como lleva haciendo desde hace siglos. De esta manera, los caballos han salido a pasear a diario por los jardines del Campo del Moro con la “domadora”, un coche que pesa lo mismo (cerca de 3.000 kilos) que las históricas carrozas, y han escuchado música y el ruido de la calle para que la salida les cogiera entrenados.
Aunque el departamento de Actos Oficiales dispone de seis carruajes que están en perfecto estado y son de los reinados de Isabel II y de Alfonso XII, en los últimos tiempos solo se utilizan dos en la ceremonia de cartas credenciales. Estas carrozas, que están firmadas por Binder en 1849 y Beckmann en 1855, están revestidas por dentro de seda y bordados en oro y, al abrir las puertas, se despliegan escalerillas para facilitar el acceso.
Con anterioridad a su empleo en estas ceremonias -que se le dio al ser retomadas durante el régimen de Franco, tras haber sido suprimidas durante la II República- estas carrozas eran usadas para el traslado de miembros de la Familia Real en ocasiones importantes.
Los carruajes conocieron importantes restauraciones a finales del siglo XX. Se trata de intervenciones diferentes a las que se realizan sobre los coches de museo, pues se les lleva a su estado original para que puedan seguir siendo utilizados. Como recalca Isabel Rodríguez, conservadora de Patrimonio Nacional encargada de los carruajes, era preferible llevar a cabo este tipo de restauración, pensada para dotar a las carrozas de seguridad y prepararlas para su uso en la calle, sobre carruajes más modernos y de una importancia menor y reservar así los coches más antiguos para su exhibición museística.
La ceremonia de entrega de cartas credenciales
En el recorrido desde el Palacio de Santa Cruz hasta el Palacio Real, los embajadores van escoltados por el Escuadrón de Lanceros de la Guardia Real y, a su llegada a la plaza de la Armería, la Unidad de Música de la Guardia Real recibe al representante extranjero con el himno nacional de su país.
La berlina se detiene en el zaguán de Palacio, ante la imponente escalera de mármol, engalanada con alfombras y flanqueada por alabarderos vestidos de época. Tras subir los 72 escalones y cruzar varios salones, se dirige a la cámara oficial, donde aguarda el Rey.
Don Felipe viste el uniforme de gran etiqueta de Capitán General del Ejército de Tierra con las máximas condecoraciones, y los embajadores deben llevar el uniforme de diplomático, frac o el traje nacional de su país, también con condecoraciones, según establece el protocolo de la ceremonia.
Siguiendo la tradición, el jefe de Protocolo del Palacio de La Zarzuela anuncia al introductor de embajadores y después éste anuncia al embajador, que entregará al Rey sus cartas credenciales con la mano derecha y sin guante: «Majestad, tengo el honor de entregaros las Cartas que me acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de …» Don Felipe pasa las cartas al ministro de Exteriores, que aguarda detrás a su izquierda. A continuación, el Rey invita al embajador y al ministro a pasar al Salón del Nuncio, una pequeña estancia en la que conversarán en privado.
Como subraya María Sebastián de Erice, Introductora de Embajadores, «desde el punto de vista de protocolo, el orden de presentación de cartas credenciales tiene una importancia fundamental, pues es el que establece la precedencia entre los embajadores. Y eso, en adelante, marcará su orden en los actos oficiales.» Este orden viene dado «por el del momento de llegada a España de los embajadores que es, a su vez, el que determina el de presentación de las Copias de Estilo, un documento similar a las credenciales, aunque sin firma, que se entrega con carácter previo a éstas en el Ministerio de Asuntos Exteriores», explica Sebastián de Erice, quien es además Directora General de Protocolo, Cancillería y Órdenes del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Todas las cartas se archivan en Palacio. Las hay muy antiguas y algunas son verdaderas joyas, destacando por la belleza de su factura y, en el caso de las «caligrafiadas en alfabetos distintos a los nuestros, como las de ciertos países asiáticos como Japón o Tailandia, o algunas escritas en árabe», por su originalidad.
Casi todos los embajadores que han estado destinados en España recuerdan con emoción esta ceremonia, en la que a algunos se le han llegado a escapar las lágrimas al verse convertidos en protagonistas del alarde de protocolo, arte, historia y cultura que despliega España para ofrecer su mejor imagen ante el exterior. El embajador rumano, George Gabriel Bologan, quien entregó sus credenciales en la primera ceremonia que retomó el formato habitual tras la pandemia, la recuerda como «un momento único» y considera que «es sin duda alguna un relato sobre lo que ha significado y sigue representando España y Madrid en la historia universal».