España Real

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El año de Leonor

Repasamos las actividades con las que la Princesa de Asturias ha debutado en público como Heredera de la Corona
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El principio hereditario es un arma de doble filo. Si permite preparar desde la cuna a quien un día heredará el Trono, para que ese momento lo encuentre habituado al cargo y con un bagaje teórico y práctico que no poseería ningún candidato que se presentara a unas elecciones presidenciales, también conlleva el peligro de que el vástago en cuestión no hubiera estado bendecido por las cualidades necesarias, o no tuviera especial inclinación para un servicio público tan sacrificado y de tan complejo desempeño. 

Es por ello que, en una Monarquía parlamentaria como la nuestra, en que la permanencia de la Corona sólo está garantizada mientras sea útil a la sociedad y sus representantes estén a la altura de sus responsabilidades, y a pesar de que cuenta con sobrados medios para solventar los posibles problemas que surgieran en este sentido, incluida la inhabilitación, con cada nueva generación, la sociedad aguarda expectante para descubrir las maneras que apunta el príncipe o la princesa respectivos. Así, la curiosidad que despiertan los movimientos de la Familia Real se mezcla con el interés que sienten los ciudadanos por los modales, la expresión, la formación o las actividades de quien será, pasados los años, su monarca. Y de esa mezcla deriva, naturalmente, el deseo —expresado con mucha frecuencia— de que tenga una mayor presencia pública y un mayor contacto con su pueblo. Refiriéndose al caso concreto de la Heredera al Trono de España, el historiador Jordi Canal, autor de La Monarquía en el siglo XXI (Turner), afirma que “lo ideal es llegar a un equilibrio entre la preservación de la vida privada de una menor de edad y la difusión de información que contribuya a poner de manifiesto que es, por sus funciones y nacimiento, una persona excepcional. En este sentido, quizás habría que ir dando a conocer más algunas de sus actividades escolares y complementarias.”

Para España, el año que finaliza ha sido, en este sentido, muy significativo. Es cierto que desde hacía algún tiempo veníamos viendo a la Princesa Leonor acudir puntualmente a algunos actos públicos, en especial a la celebración de la Fiesta Nacional, y también a algunas citas familiares o salidas privadas por Madrid o Mallorca; y su primera intervención en público tuvo lugar el año pasado, cuando con ocasión del 40º aniversario de la Constitución, leyó su artículo 1º en un acto celebrado en el Instituto Cervantes. Sin embargo, a la prueba de fuego se enfrentó este año, en Oviedo —donde pronunció su primer discurso público— y en Barcelona, en las ceremonias de dos premios que llevan su nombre y que revisten una honda significación y trascendencia. 

Fueron dos ocasiones en que los ciudadanos han podido comprobar sobradamente que su futura reina posee con holgura las aptitudes y la disposición hacia la excelencia que se esperan de ella, y que está recibiendo, con muy buen aprovechamiento, una formación esmerada y muy completa. “La impresión que ha generado en el conjunto de la sociedad española ha sido magnífica”, como subraya Teresa Sanjurjo, la Directora de la Fundación Princesa de Asturias, quien se muestra “completamente convencida de que sus padres, nuestros Reyes, han pensado con todo detenimiento, perspectiva de futuro y atención en la mejor formación para ella”. 

En ambos casos, se trataba de una clara afirmación pública de su condición de Heredera al Trono de España, en clave de vinculación histórica, ejerciendo como Princesa de Asturias y de Girona, títulos históricos del heredero de la Corona de Castilla y la de Aragón respectivamente. Tanto Teresa Sanjurjo como Mònica Margarit, la Directora de la Fundació Princesa de Girona, coinciden en subrayar la emoción y alegría con que los miembros de ambas entidades vivieron la presencia entre ellos, por vez primera, de su Presidenta de Honor, junto a su hermana, la Infanta Doña Sofía, “conscientes de la importancia y significación históricas” de la presente edición de sus respectivos Premios. 

Doña Leonor tuvo experiencias muy distintas en Asturias y en Cataluña y en ambas demostró una gran capacidad de adaptación, mucha naturalidad y soltura. Si en Oviedo tuvo que desenvolverse en unos ambientes más solemnes, tratando con “personas e instituciones que son modelos de excelencia, de cultura y de progreso” a los que “reconocer y aplaudir como referentes a los que merece la pena seguir”, en palabras de Sanjurjo, en Barcelona siguió conociendo a personas brillantes y que representan un ejemplo para la sociedad, pero en un ambiente mucho más distendido y juvenil: en los actos del décimo aniversario de la Fundació Princesa de Girona, “ha conocido al grupo de premiados por la FPdGi desde 2010, un grupo de ‘jóvenes normales que hacen cosas extraordinarias’ como nos gusta llamarles y que siguen muy comprometidos en toda la actividad de la fundación”, participando en diversos talleres con una “naturalidad e interés” que admiraron a todos los presentes, como nos explica Mònica Margarit.

Si en la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias, el discurso de Doña Leonor había causado una gran expectativa, por ser el primero de cuantos va a pronunciar en su vida, y produjo una excelente impresión por su corrección y naturalidad así como por el compromiso que adquirió con Asturias y con España, en el caso de los actos celebrados en Cataluña, la coyuntura política en que se producía la intervención de la Princesa de Girona, amplificó enormemente su trascendencia. Fue especialmente relevante que, en aquellas difíciles circunstancias y a pesar de todos los obstáculos, la Corona reafirmara su compromiso con Cataluña y lo hiciera a través de uno de sus más preciados resortes: la continuidad dinástica. La institución mostró su fortaleza y puso de manifiesto que enfrenta muy bien preparada los desafíos presentes y futuros. Como siempre, con altura de miras, un alto sentido del deber y del momento histórico, con perspectiva y proyección de futuro. Jordi Canal no tiene dudas al respecto: “la Princesa estuvo perfecta, en todos los sentidos. Estuvo todo bien preparado y bien medido: el texto, la lectura-interpretación y la puesta en escena. Contribuye adecuadamente a asentar la idea de no improvisación, de rigor y de tomarse muy en serio su importante papel por parte de la Corona. Intervenciones de este tipo ayudan a consolidar la institución entre los ciudadanos.”

Quienes presenciamos el acto en el mismo Palacio de Congresos de Barcelona, retendremos siempre en la memoria a una niña de 14 años pronunciando un discurso en cuatro idiomas ante más de 1.300 personas, que la interrumpieron en varias ocasiones para aplaudirla puestos en pie, y que a pesar de su niñez, supo mantener la dignidad que corresponde al puesto que ocupa y no sucumbió a las arrolladoras muestras de cariño, limitándose a agradecerlas sonriendo delicadamente. Ese dominio de sí misma a tan temprana edad es una clara muestra de un carácter y de unas cualidades que con toda certeza rendirán grandes servicios a este país.